El desorden social del final de la dinastía Yuan provocó numerosas rebeliones contra los mongoles. Un líder rebelde de origen humilde, Zhu Yuanzhang, funda la dinastía Ming en 1368, estableciendo la capital en Nankín.
A
Zhu Yuanzhang, el emperador Hongwu, le sucederá, tras una breve
guerra civil, su hijo el emperador Yongle, que trasladará la capital
a Pekín.
Durante
el reinado de Yongle, China se convertiría en la primera potencia
marítima del mundo, como evidencian los siete viajes de Zheng He al
sur de Asia y África. Sin embargo, estos viajes no tendrían
continuidad. Probablemente por el coste que éstos habían supuesto
para las arcas del Estado, China abandonó su flota y renunció a
continuar las expediciones marinas.
En
el ámbito económico, durante el periodo Ming cae en desuso el papel
moneda, debido a los problemas de inflación que generaba, y se
empieza a utilizar la plata. A pesar de que los Ming habían
prohibido el comercio con extranjeros, la escasez de plata en China
hace que surjan numerosos contactos comerciales con Japón y, más
adelante, con los portugueses, establecidos en Macao desde mediados
del siglo XVI, y con los españoles, que transportaban plata de
América a Filipinas.
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